¿Por qué enterramos en ataúdes?
La historia de los ataúdes vino a universalizarse a partir del siglo XVII en Europa. Se trata de un objeto que tiene una antiquísima tradición que empezó a utilizarse hace miles de años. Los sumerios y los egipcios fueron los primeros en emplear esta practica.
Otras culturas no acostumbraban a utilizar este tipo de cajones, como también se les denominó en otra época, ya que la palabra ataúd, que viene del árabe, significa precisamente “caja”. Por ejemplo, en la época de Cristo, lo que se acostumbraba era envolver al difunto en un sudario. Después, el cuerpo era ubicado al interior de una especie de caverna que se sellaba con una enorme roca.
Pero después de Cristo para los creyentes cristianos existió un periodo de moda en el que se enterraban a los difuntos en ataúdes de piedra. Esto se hacía con el fin de que la piedra caliza devorara el cuerpo hasta el punto de dejar desgastado el esqueleto. De ahí proviene el nombre de sarcófago, que traduce: comedor de carne.
La diferencia entre ataúd y féretro
Durante mucho tiempo, los ataúdes solo fueron usados por las personas adineradas. Se estimaba que las personas pobres no tenían ese mismo derecho y por eso, solían ser enterrados en la tierra. Sus cuerpos eran sepultados desnudos, en muchas ocasiones, y solo acompañados con flores y heno. En otros casos, igual que en la época de Cristo, eran envueltos en una sabana.
A pesar de que el concepto de ataúd y féretro parecen indicar actualmente lo mismo, realmente existe una notable diferencia. Diferencia que solo es importante para las personas que se mueven en el sector funerario y la tanatología. La diferencia recae en la apariencia que tienen los ataúdes.
El ataúd se caracteriza por tener una forma hexagonal, el difunto permanece en su interior mientras una tabla de madera, con la misma forma hexagonal, oculta por completo el cuerpo. La diferencia claramente se encuentra en que no es un producto que tenga la tradicional ventana a través de la cual se observa el rostro de la persona fallecida. Mientras que el féretro sí cuenta con dicha característica.
El féretro: Un producto de alto valor
Lo que ocurre con la diferencia de los ataúdes y los féretros, es que los primeros fueron utilizados inicialmente para cumplir el rito funerario. Fue una tradición que después fue solo utilizada por las personas de bajos recursos, ya que tenían un valor considerablemente bajo, en contraparte a las virtudes que sí tiene el féretro.
El féretro se caracteriza precisamente por ser mucho más solemne para el protocolo funerario. Y es justo ahí donde se puede hablar de los tipos de ataúdes que existen, teniendo en cuenta que el concepto que se tiene entre ataúd y féretro es considerado actualmente como lo mismo.
Cuáles son entonces los tipos de ataúdes que existen
Actualmente existen tres tipos de ataúdes:
- Ataúd gama estándar: Se trata de un ataúd sencillo, el precio de los ataúdes oscila entre los 800€ a 1500€ euros. Es un producto que no cuenta con una ventana exclusiva, sino que tiene una tapa principal que se abre, exponiendo todo el cuerpo de la persona.
- Ataúd ecológico estándar: Es un ataúd pensado para no invertir en madera. Son ataúdes fabricados en cartón o materiales biodegradables. Un ataúd pensado para ser introducido en los crematorios.
- Ataúd gama media-estándar: Cuenta con ventana para observar el rostro del difunto. El precio de los ataúdes es de 2.500€ euros en la gama media, mientras que uno de alta cuesta 3.900€ euros.
Ya en este punto se tiene en cuenta el tipo de madera con el que es fabricado el ataúd, si se trata de un producto laminado, enchapado, cubierto con adornos de acero o bronce, además de las agarraderas para facilitar el transporte del difunto.
Todo depende ya de los gustos de la familia a hora de seleccionar el ataúd.